miércoles, 29 de febrero de 2012

8 semanas

Transcurrieron quince días más o menos tranquilos y fuimos a hacernos la eco de las 8 semanas y esta vez sí que fui. Creo que es la cosa más increíble que he visto en mi vida (comprobaréis que eso lo diré en cada ecografía), ver una mancha de unos dos centímetros en la que se intuyen unos muñoncitos y pensar que es tu hijo, puede hacer que hasta a los más machos se nos meta algo en el ojo. Estaba todo perfecto, creciendo a un ritmo normal. Y la cara de L era de máxima felicidad.

Nos fuimos con la primera foto del bebé y L empezó a enseñársela a toda la familia y a explicar lo que se suponía que se veía, dónde estaba la cabeza, lo que serían los brazos, etc... El problema es que lo que ella indicaba no tenía nada que ver con la realidad, y terminó por confesarme que no veía absolutamente nada. Supongo que sería amor de madre y su subsconciente se negaba a aceptar que no era capaz de ver a su hijo.

Ahora ya sí, los síntomas eran evidentes. Le invadía un sueño al que parecía imposible resistirse, a cualquier hora y en cualquier lugar. Muchas noches, a eso de las diez y media no podía más y se acostaba, pero lo peor era que se enfadaba porque yo no me iba con ella a la cama, haciendo patente otro de los síntomas: los cambios de humor repentinos e inexplicables, que se acentuaban por la mañana al levantarse a las siete para sacar al perro e irse a trabajar. Y que conste que no vuelvo a ser el malo, era ella la que quería sacar al perro para despejarse.

Hay un síntoma sobre el que me gustaría hacer una recomendación, sobre todo a los padres: Los olores y los ascos (de nauseas y vómitos no hablo porque no los hemos sufrido). Si salís a cenar, solos o con amigos, no vayáis a ningún sitio donde experimenten con olores, colores sabores o texturas. Nosotros fuimos a uno de esos sitios de moda donde “deconstruyen” la comida, y el plato estrella era un potito de huevo escalfado, patatas y trufa que había que agitar, abrir y captar todo el aroma de la trufa. L casi se me muere, no disfrutó de la cena y al llegar a casa tuve que prepararle un sandwich y aguantar un nuevo cambio de humor.

A finales de mes tocaban dos de las pruebas más importantes: la de la toxoplasmosis y Triple Screening. La primera salió negativa. Y no, no es bueno, al menos para la madre, ya que le retiran numerosos alimentos de la dieta, entre ellos el jamón y el salchichón y a L le encantan. Preveo más cambios de humor pero me equivoco. Es increíble la fuerza de voluntad de las madres, les dicen no pueden comer algo que les priva y no pasa nada, no lo comen; tienen que dejar de fumar y lo dejan. No se si nosotros podríamos.

En cuanto al Triple Screening, supongo que sabéis que es para detectar alteraciones fetales como el Síndrome de Down o la Espina Bífida. En mi caso hay un antecedente familiar, así que estábamos un poco asustados. Finalmente todo salió bien y el renacuajo seguía creciendo...

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