miércoles, 29 de febrero de 2012

semanas 13-16

Entre las semanas trece a dieciséis no hay cambios espectaculares, todo si sigue su curso normal.

De repente se produce el susto. Al día de siguiente de haber practicado algo de sexo, más que nada para que no se nos olvidase, L se levantó con una mancha en la ropa interior. Imaginad a que velocidad nos latía el corazón. Inmediatamente encendí el ordenador para ver que podía ser y, la verdad, no nos solucionó mucho que encontrasemos respuestas tan contradictorias como que no era nada, que podía ser un pequeño desgarro o que podría tratarse de un aborto (os recuerdo que ya sufrimos uno). Así que optamos por lo más sensato, nos fuimos a urgencias. Finalmente nos confirmaron que era un pequeño desgarro. Aliviados continuamos con una vida normal, dadas las circunstancias.

Por cierto un recordatorio a los chicos antes de que se me olvide: aprovechad todas las oportunidades que tengáis, que no serán muchas, de practicar sexo con vuestra chica, aunque sea porque se han despertado a las cinco de la mañana y les apetece o justo cuando estás pendiente de que no se te queme la cena y les apetece. Siempre podréis acostaros otra vez o pedir una pizza.

L comienza a ser consciente de lo que pasa, la barriguita empieza a crecer, aunque no a la velocidad que a ella le gustaría. El hambre que tiene es algo fuera de lo común y ya ha aumentado una talla de pecho, lo que hace que se vea sexy con un poco de barriga y el pecho mas grande. (Nosotros estaríamos hundidos si nuestro cuerpo sufre esos cambios).

Seguimos pensando en el tema del nombre y no es nada fácil. Si ya es complicado ponerte de acuerdo sobre qué ver en la tele, no os digo nada ponerle nombre a una persona y no destrozarle la vida. Y no ayuda mucho que los que te rodean te bombradeen con nombres que han buscado por internet o que han oido en alguna telenovela...

12 semanas

12 semanas. Nueva ecografía. Vuelve a ser impresionante, ya empieza a parecer una persona, o mejor dicho una especie de alien, pero a ambos se nos queda una perfecta cara de idiotas. No os asustéis si el ecógrafo mira y mira la pantalla sin decir nada y poniendo caras, la sensación de pánico os abandonará en cuanto pronuncia las palabras mágicas: “bueno, pues todo perfecto”. ¿Y para eso diez minutos de gestos y silencios que parecían indicar que en vez de un bebé estaba viendo una peli de Tarantino? Hombre un poquito de consideración con los acongojados padres.

El caso es que estaba perfecto, sus dos piernas, dos brazos, diez dedos... y dos grandes bultitos que indican que es un heredero. Bueno no tan grandes, ya sabéis, amor de padre. Volvemos a casa contentos, sin dejar de tocar la barriga de L y pensando ya en nombres. Asunto complicado. Si hubiesen dicho que era niña ya lo teníamos: Elena. Pero no, ya desde muy pequeños les gusta fastidiar a los padres, así que a pensar nombres de chico.

En cuanto a L, sufre un cambio en los síntomas. Deja de tener tanto sueño y ya casi no le afectan los olores, pero surgen nuevos indicios de que el embarazo sigue su curso: el hambre. Tiene un hambre feroz, a todas horas, pero lo más curioso es que luego no come mucho, un poquito de picoteo y listo. Y es curioso también que, si le preguntas a las horas de las comidas si quiere comer ya, siempre responde que aún aguanta un poco. Falso. A los 3 minutos exactos grita pidiendo comida como si estuviese participando en Supervivientes. Supongo que de ahí lo aprenden los hijos.

Otro síntoma es el despiste. L puede ser más o menos despistada, pero desde que está embarazada hace cosas raras, como hacerme creer que tenemos cita en el veterinario un sábado a las nueve de la mañana o que el día de una revisión rutinaria tenemos que estar dos horas antes en el médico para recoger unos análisis. Ninguno de los dos casos era cierto, pero claro no puedes decirle nada porque los cambios de humor no desaparecen y corres el riesgo de oír que es que tu no te ocupas de nada y por eso no te equivocas nunca. Lo que no sabe es que lo entiendo, como para echarle en cara algo con lo que tiene encima.

Así llegamos a las navidades, que se convierten en algo especial porque recibes regalos que, seguro, tu no habías escrito en la carta a los Reyes Magos: ropa de bebé, libros sobre cómo ser buen padre, biberones de broma... Lo malo de estas fechas es que a L no le gustan mucho por motivos familiares y encima le regalan un jamón que, lógicamente, no puede comer. Pero inexplicablemente está contenta y se come más de media fuente de langostinos, bien cocidos previamente.

Otra cosa curiosa, que no se si ocurre en todas las parejas embarazadas, es la proliferación de amigos que están en la misma situación. En mi equipo de fútbol estamos cuatro embarazados con un mes de diferencia, lo cual no convierte las cañas de después del partido en una tertulia sobre las patadas que nos han dado o el gol que ha fallado fulano. No, se convierte en una animada charla sobre si son niños o niñas, que carrito va comprar cada uno, lo impresionante que son las ecografías o como lo está llevando cada madre. A los cuatro nos une, además del embarazo y el fútbol, que todos hemos cogido algún kilo de más. ¿También estamos comiendo por dos? Si alguien tiene una explicación, por favor que me la de.

8 semanas

Transcurrieron quince días más o menos tranquilos y fuimos a hacernos la eco de las 8 semanas y esta vez sí que fui. Creo que es la cosa más increíble que he visto en mi vida (comprobaréis que eso lo diré en cada ecografía), ver una mancha de unos dos centímetros en la que se intuyen unos muñoncitos y pensar que es tu hijo, puede hacer que hasta a los más machos se nos meta algo en el ojo. Estaba todo perfecto, creciendo a un ritmo normal. Y la cara de L era de máxima felicidad.

Nos fuimos con la primera foto del bebé y L empezó a enseñársela a toda la familia y a explicar lo que se suponía que se veía, dónde estaba la cabeza, lo que serían los brazos, etc... El problema es que lo que ella indicaba no tenía nada que ver con la realidad, y terminó por confesarme que no veía absolutamente nada. Supongo que sería amor de madre y su subsconciente se negaba a aceptar que no era capaz de ver a su hijo.

Ahora ya sí, los síntomas eran evidentes. Le invadía un sueño al que parecía imposible resistirse, a cualquier hora y en cualquier lugar. Muchas noches, a eso de las diez y media no podía más y se acostaba, pero lo peor era que se enfadaba porque yo no me iba con ella a la cama, haciendo patente otro de los síntomas: los cambios de humor repentinos e inexplicables, que se acentuaban por la mañana al levantarse a las siete para sacar al perro e irse a trabajar. Y que conste que no vuelvo a ser el malo, era ella la que quería sacar al perro para despejarse.

Hay un síntoma sobre el que me gustaría hacer una recomendación, sobre todo a los padres: Los olores y los ascos (de nauseas y vómitos no hablo porque no los hemos sufrido). Si salís a cenar, solos o con amigos, no vayáis a ningún sitio donde experimenten con olores, colores sabores o texturas. Nosotros fuimos a uno de esos sitios de moda donde “deconstruyen” la comida, y el plato estrella era un potito de huevo escalfado, patatas y trufa que había que agitar, abrir y captar todo el aroma de la trufa. L casi se me muere, no disfrutó de la cena y al llegar a casa tuve que prepararle un sandwich y aguantar un nuevo cambio de humor.

A finales de mes tocaban dos de las pruebas más importantes: la de la toxoplasmosis y Triple Screening. La primera salió negativa. Y no, no es bueno, al menos para la madre, ya que le retiran numerosos alimentos de la dieta, entre ellos el jamón y el salchichón y a L le encantan. Preveo más cambios de humor pero me equivoco. Es increíble la fuerza de voluntad de las madres, les dicen no pueden comer algo que les priva y no pasa nada, no lo comen; tienen que dejar de fumar y lo dejan. No se si nosotros podríamos.

En cuanto al Triple Screening, supongo que sabéis que es para detectar alteraciones fetales como el Síndrome de Down o la Espina Bífida. En mi caso hay un antecedente familiar, así que estábamos un poco asustados. Finalmente todo salió bien y el renacuajo seguía creciendo...

6 semanas

Bueno, pues ya estábamos en la misma situación que hace casi dos años: embarazados. Sinceramente, si quedarte embarazado da miedo, imaginad volver a quedarse embarazados despúes de haber sufrido un aborto. Todo era estar pendiente de L, de cualquier dolor, molestia o mancha. Fueron días y noches de muchos nervios, casi sin hablar del tema pero teniéndolo presente a cada momento, hasta el día de la ecografía de las seis semanas.

Entramos en el segundo mes. Primera ecografía, la de las seis semanas. L va sola a la ginecóloga y no porque yo sea el el peor novio, marido o pareja, tenía compromisos ineludibles, pero os juro que era un manojo de nervios y no dejaba de enviarle mensajes preguntado como había ido. No me quiso contar nada hasta llegar a casa por la noche. Vaya día pasé, y luego el malo soy yo.

Ya en casa me contó, con todo, y digo todo, lujo de detalles como le habían hecho la ecografía transvaginal, pero a mi sólo me importaba cómo estaba ella y cómo estaba el bebé o como quieran llamarlo en ese momento. Todo estaba bien, el útero estaba perfecto tras la operación y el embrión se había “agarrado” con fuerza. Suspiro de tranquilidad. Sólo se veía un puntito, pero era nuestro puntito. Tendríamos que volver en quince días.

Ya comenzaba a notar ciertos indicios del  embarazo en mi chica, algunos agradables, sobre todo para nosotros los chicos, como el aumento del pecho y unos acercamientos íntimos que se producían de manera continuada, y otros no tan gratos, como los cambios de humor o los lloros. Y uno muy curioso, y podéis comprobar que no me lo invento, es su reacción automática al ver a una madre con su bebé: cabeza ladeada, boca medio abierta y comentario monosilábico: “Oooooh”...

miércoles, 22 de febrero de 2012

PREMIO

...En septiembre de 2011 me escapé a visitarla y a llevarle una sorpresa. Me había demostrado con creces que siempre estaba ahi, que era la chica con la que quería estar, asi que, negando mis principios más firmes, le pedi que se casara conmigo y le puse un anillo de mi madre que mi padre le habia regalado el día que nací yo. Lógicamente no se lo creía, y más teniendo en cuenta que yo llevaba 6 años diciendo que yo no era de los que se casa. Su respuesta fue la que todo tío quiere oír después de seis mese sin ver a su chica: “vamos a la cama”; bueno realmente ella dijo: “vamos a hacer un niño". Aunque la doctora había dicho que esperasemos un poco, la madre que toda mujer debe llevar dentro se impuso.

Yo me volví una semana antes que ella, y el día que la recogí en el aeropuerto me lo soltó en el coche (volví a pensar de nuevo en que mis soldaditos son unos campeones, claro que también me asaltaron ciertas dudas sobre si el niño saldría más moreno que yo y bailando salsa o cantando "nosa nosa, asi vose me mata").

Entre risas nos fuimos a comer con sus padres e, ignorando de nuevo al sabio que dijo que antes de dar la noticia conviene dejar pasar un poco de tiempo, se lo comunicamos, amén de lo de la boda que yo creo que les impactó más...

EL PRINCIPIO

Todo comenzó hará casi un par de años cuando L me dijo que le habían detectado un mioma, no muy grande y, en principio, no muy peligroso, pero un mioma al fin y al cabo. Le pregunté que consecuencias podía tener (no se los demás pero yo en eso no estoy muy puesto) y me respondió, un poco triste obviamente, que de momento ninguna salvo que podria dar problemas a la hora de concebir.

Sin pensarlo mucho decidimos ponernos a ello (generalmente cuando diga decidimos es muy probable que quiera decir L decidió). Sobre eso no os voy a dar detalles. El caso es que L llevaba años tomando la pildora y nos dijeron que podriamos tardar algunos meses. Bueno pues la noche que España ganó el Mundial, ¡Qué gran noche!, acertamos, como supongo que muchos de mis compatriotas, y yo, como buen macho ibérico, fardaba de soldaditos (ya se que hacen falta mas elementos, pero yo pensaba que habia cumplido con mi parte).

Todo era alegría, celebraciones con unos y con otros, con la familia... y todo a pesar de que nos advirtieron de que los tres primeros meses son importantes y delicados. Pues el que lo dijo tenía toda la razón. L perdió el bebé o lo poquito que se había formado de él o ella.

No nos desanimamos y seguimos con el proyecto, a pesar de que el "bultito" seguía creciendo. Despúes de seis o siete meses de intentos fallidos, la ginecóloga nos recomendó extirpar el mioma y esperar entre nueve meses y un año. Supongo que para L, como para cualquier mujer que quiera quedarse embarazada, tuvo que ser un golpe muy duro, pero lo aguantó con tal entereza que parecía que el macho ibérico era ella, es más la trasladaron seis meses a Sao Paulo y se fue al mes de la operación...


YO TAMBIÉN ESTOY EMBARAZADO

Holaquetal.

Bienvenidos.

Soy Rober y estoy embarazado de 24 semanas (creo que es obvio que me refiero a mi chica, pero a mi también me toca algo, os lo aseguro).

Desde hoy os contaré como vive el embarazo el padre de la criatura. Sé que algunos ya sois padres, sólo pretendo aportar mi versión de los hechos, no se me pasa por la cabeza dar consejos ni hacer juicios de valor acerca de como llevar o, mejor dicho, sobrellevar un embarazo. Simplemente os contaré como he ido actuando a lo largo de estas 24 semanas y como actuaré a partir de hoy.

Creo que si os he dicho que ya estoy de 24 semanas, lo lógico sería que os hiciese un resumen de lo que ha pasado hasta ahora, que no ha sido poco. No os voy a soltar las 24 semanas de golpe, no lo aguantaría ni yo y es mi vida, asi que hoy os cuento como llegamos al momento en que mi chica (creo que a partir de este momento será "L") me dijo que estábamos embarazados y en una semana creo que me pondre al día para poder seguir el embarazo día a día.